Hernia discal-Operar no es la mejor solución
Fecha de publicación: 27-jun-2012 22:47:18
El disco intervertebral tiene una parte periférica, el anillo fibroso, La columna vertebral está formada por 24 vértebras articuladas y separadas entre si por discos intervertebrales, estructuras clave en la movilidad del raquis o columna. Los discos intervertebrales soportan las presiones que se ejercen sobre el raquis, actúan como amortiguadores y distribuyen las cargas, de ahí que cualquier dolencia del disco afecte sobremanera a la persona que lo sufre. Entre las más dolorosas, incapacitantes y que más bajas laborales provocan, destaca la hernia de disco.
Amortigua y distribuye cargas
El disco intervertebral tiene una parte periférica, el anillo fibroso, constituido por una sucesión de capas concéntricas, como en una cebolla, y en su interior la parte central o núcleo pulposo, redondo como una canica, gelatinoso y con un 88% de agua.
Estos discos soportan las presiones que se ejercen sobre el raquis, actúan como amortiguadores y distribuyen las cargas. El núcleo soporta el 75% de la presión ejercida y el anillo fibroso el 25%. Por el día, en posición erecta, hay una presión continua, simplemente por el peso del cuerpo, que aumenta con los esfuerzos, las sobrecargas posturales y la manipulación de cargas. Bajo esta presión el disco pierde altura, espesor, y esta pérdida de espesor acumulado en la altura total del raquis puede alcanzar los 2 centímetros. Por la noche, sin soportar presión, recupera el espesor normal, se expande y este movimiento de expansión va acompañado de absorción de agua, como una esponja, de las estructuras vecinas. Por eso somos más altos por la mañana o más bajos al acabar el día. Este proceso de hidratación es fundamental para la conservación de la estructura del disco. Precisamente, en la degeneración discal la deshidratación es una causa fundamental. La presión sobre el disco es máxima entre la última vértebra lumbar y la primera sacra ( L5-S1) y es en este nivel donde las hernias discales son más frecuentes.
¿Qué es la hernia discal?
Es una importante lesión producida por la degeneración del disco intervertebral y la salida total o parcial del núcleo pulposo a través del anillo fibroso.El proceso degenerativo es largo. Se inicia en la adolescencia y alcanza su máxima expresión entre los 40 y 50 años, edad en la que aparecen con más frecuencia las hernias discales. Por causas degenerativas o traumáticas y debido a sobrecargas posturales o a la manipulación de cargas, el anillo fibroso sufre desgarros, se va debilitando y el núcleo pulposo, sometido a más presión, emigra hacia la zona debilitada e inicialmente se produce la protusión discal: el núcleo empuja al anillo pero sin salir del mismo. El siguiente estadio es la hernia discal: el anillo se rompe y por la fisura sale el núcleo pulposo, que según en qué dirección lo haga, puede comprimir la médula, las raíces nerviosas que salen de ella, o estructuras muy sensibles como el ligamento vertebral común posterior.
La mayor parte de las protusiones y hernias discales se producen en la columna lumbar, menos en la cervical y son excepcionales en la dorsal.
Síntomas
El más importante es el dolor, que se produce no sólo por la compresión de estructuras sensibles sino también por la acción de sustancias activadoras presentes en el núcleo pulposo y que provocan un dolor intenso que el afectado localiza cerca de la columna. Si la hernia es grande y comprime una raíz nerviosa, se producirá dolor irradiado por el hombro y brazo en caso de las cervicales, y por la extremidad inferior en el caso de las lumbares (ciática). La localización del dolor y su forma de irradiarse permiten al médico intuir a qué nivel está la herniación. El dolor se agrava con la tos, los estornudos y el aumento de presión abdominal.
No todas las protusiones o hernias duelen: entre un 30% y un 50% las personas sanas, asintomáticas, tienen una o varias protusiones o hernias discales que no les causan problema alguno. Si la hernia es pequeña, si el lugar en que se produce la envoltura fibrosa es pobre en fibras nerviosas o no se comprime ninguna raíz nerviosa, es posible que nunca duela y pase desapercibida. A menudo se descubren de forma casual.
Además de dolor, pueden aparecer pérdida de fuerza de la extremidad y sensaciones de hormigueo y quemazón que afectan a los territorios inervados por las raíces nerviosas comprometidas. Por lo general, surgen también contractura muscular a nivel de cuello en las hernias cervicales o a nivel de región lumbar en las hernias lumbares.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico no es difícil: ante una sintomatología sospechosa la prueba más apropiada es la resonancia magnética nuclear, que permite visualizar la protusión o hernia y, además, da una idea del grado de compromiso de las raíces nerviosas. Cuando no está claro su grado de afectación se puede recurrir a la electromioneurografía, que establece si la conducción nerviosa es correcta, está enlentecida o eliminada. El tratamiento de la hernia discal es fundamentalmente conservador. El 80% de los casos se resuelven sin recurrir a la cirugía. Un tratamiento a base de analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares y rehabilitación suele ser suficiente para que en unas semanas el cuadro clínico remita. El núcleo herniado se va desecando por pérdida del agua y se va haciendo más pequeño, con lo que deja de comprimir las estructuras vecinas.
¿Se puede evitar la degeneración discal y la aparición de hernias ?
Aunque hay un marcado componente genético y si hay historia familiar de hernia discal hay más riesgo de padecerla, se puede prevenir mediante:
ejercicio físico que potencie la musculatura de la columna y mantenga su flexibilidad
hidratación adecuada
higiene postural, evitando traumatismos y sobrecargas
una vida saludable sin tabaco, ya que la vasoconstricción que éste produce reduce el aporte sanguíneo a los discos, ya de por si escaso, lo que contribuye a su deshidratación
descanso nocturno óptimo
ESTADIOS DE LA DEGENERACION DISCAL
¿Cuándo hay que operar?
Sólo un 5% de las hernias discales requieren tratamiento quirúrgico, que se recomienda si el dolor es muy intenso a nivel de columna o irradiado a otras zonas, o cuando hay afectación motora (pérdida de fuerza e incluso parálisis de mayor o menor grado), pero sólo si estos síntomas se mantienen durante un mes sin mejorar con el tratamiento o si, a pesar de la medicación, empeoran. Asimismo, se aconseja la operación, en este caso urgente, cuando hay pérdida de control de esfínteres o si se produce una merma de sensibilidad de la zona del periné, la llamada anestesia en silla de montar, síntomas que indican un serio compromiso de la médula espinal.
La cirugía ofrece muy buenos resultados, pero si la indicación de intervención no es acertada los resultados no son los esperados y ello explica el 50% de fracasos en operados en los que no había evidencia clara de afectación nerviosa.
La intervención no carece de riesgos
Se extirpa la hernia o se destruye por medios físicos o químicos, con lo que se eliminarán también las compresiones nerviosas. Los riesgos de la intervención, infrecuentes, pueden ser:
lesión o afectación de una raíz nerviosa con el consiguiente trastorno sensitivo o motor
inestabilidad del segmento raquídeo operado
limitación de la movilidad del raquis
infección de la herida quirúrgica
hemorragia
fibrosis a nivel de la zona intervenida, que puede provocar un cuadro doloroso persistente en el tiempo
alteraciones alérgicas si se utilizan procedimientos químicos como la qimionucleolisis con quimopapaina, terapia actualmente en desuso por los resultados impredecibles y los frecuentes efectos secundarios.